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    Este youtuber explica por qué trabajó en el porno sin usar protección

    Exclusiva: Calum McSwiggan cuenta a BuzzFeed News qué le llevó a trabajar en el porno y por qué se arrepiente de haber rodado sexo sin preservativo. “Quiero que sirva como advertencia”.

    “Debéis usar condón siempre y sin excepción”, dice Calum McSwiggan (estrella LGBT de YouTube y activista en favor de la salud sexual) en un vídeo para una organización benéfica contra el VIH. Por eso es comprensible que hoy McSwiggan se sienta bastante poco avergonzado, como ha explicado a BuzzFeed News, por un secreto que ha estado escondiendo durante seis años: en el pasado trabajó en el porno y lo hizo sin protección.

    Se ha rumoreado en internet desde hace meses y ha recibido amenazas de que lo harían público, ya que, después de todo, es una revelación que contrasta con su imagen sana. Por eso Callum, de 25 años y cuya influencia sobre las personas LGBT jóvenes es tal que ha sido solicitado por numerosas organizaciones que desean llegar a este grupo demográfico, quiere explicar por primera vez la verdad sobre su pasado.

    Cuando McSwiggan tenía 19 años apareció en una serie de shows en vivo por webcam manteniendo relaciones sexuales sin protección con otros dos hombres. Desde entonces las transmisiones se han grabado y subido a varios sitios web en contra de su voluntad.

    “Me gustaría pedir disculpas por el hecho de que sean públicas”, dijo a BuzzFeed News con un tono considerablemente más sombrío que su alegría habitual. “Quiero ser un modelo positivo para la gente, por eso estas imágenes no son lo que me gustaría que vieran”. “Estoy intentando tomar el control de la situación y decir: ‘Sí hay cosas por ahí, pero voy a dar el contexto, explicarlo y defenderme’”.

    La historia comienza cuando McSwiggan estudiaba en la universidad en Derby. Había estado trabajando a tiempo parcial en una empresa de mensajería donde fue objeto de acoso por parte de un grupo de compañeros homófobos, y cuando se quejó fue despedido.

    “Recuerdo haber estado buscando otro trabajo a tiempo parcial, pero estaba muy asustado de sufrir algo así de nuevo [el acoso]”. Poco tiempo después surgió una oportunidad completamente diferente. “Dos amigos sugirieron que probáramos a hacer shows por webcam. Habían visto a gente ganando dinero así y esperaban que me uniera a ellos para un trío”.

    Las sesiones en directo, en las que los espectadores pueden interactuar con los artistas diciéndoles qué hacer a cambio de dinero, comenzaron de forma inocente.

    “La primera vez que lo hicimos estábamos completamente vestidos y simplemente hablamos con la gente a través de un chat en directo”, dice. “Recibíamos bastante dinero, la gente daba propinas. Conseguimos algo más de doscientos euros la primera vez, por lo que parecía una manera muy fácil de ganar dinero. Y pensamos: ‘¿qué pasa si vamos más allá?’, no parecía un problema en ese momento. Era divertido y no pensé en las consecuencias a largo plazo”.

    Antes de que los espectáculos se volvieran porno, McSwiggan investigó la página en la que aparecían. La letra pequeña lo tranquilizó: las actuaciones en directo no podían ser grabadas ni subidas a otro sitio.

    “Obviamente eso era estúpido e ingenuo, porque la gente lo grabó y ahora está en todas partes”, dice.

    A partir del segundo show todo se fue un poco de madre.

    “La gente empezó diciendo: ‘Os doy 500 euros si os quitáis la camiseta’, ‘Os mando 200 € si os quitáis los pantalones’. Así que al principio era quitarse la ropa, luego fue enrollarnos y antes de que nos diéramos cuenta era sexo completo”.

    Los shows resultaron tener más éxito de lo que McSwiggan esperaba, con miles de espectadores. Saber cuántos le estaban viendo le hacía sentir “incómodo”, pero añade: “Pensé que al terminar el espectáculo nadie volvería a verlo de nuevo. Si hubiera sabido que años más tarde todavía estaría allí, nunca lo habría hecho”.

    Tras unas semanas dando shows cuatro veces por semana, los tres eran ahora lo más visto en esa página. “Nos dijeron [la página web] que si continuábamos así, a finales de mes podríamos ganar 2500 €”. Para entonces las ganancias por propinas de los espectadores superaban cinco veces esa cantidad. Varias compañías porno comenzaron a ofrecerles aparecer en sus películas, pero se negaron.

    McSwiggan tenía dudas sobre toda la situación: ganaba dinero, lo que le evitaba buscar trabajo en otro ambiente hostil, pero no estaba a gusto con la situación. “Estaba un poco asqueado con lo que estaba haciendo”, dice. “Solo lo hacía por el dinero. Cuando lo recuerdo y veo ahora los vídeos me veo sonriendo, pero sé que no me estaba divirtiendo por dentro. Era todo por el espectáculo”.

    Muchos profesionales del sexo han hablado de esta diferencia entre apariencia y experiencia, y quizás sorprende que alguien pueda suponer lo contrario. McSwiggan afirma que el hecho de que muchos no lo hagan es una de las razones por las que quería hablar. “Quiero que la gente sepa la verdad: el hecho de que estemos sonriendo no significa que nos sintamos bien delante de la cámara”. Es particularmente importante que este mensaje llegue a los jóvenes homosexuales, añade, ya que el trabajo sexual está “tan normalizado dentro de la comunidad gay que hace que parezca fácil hacerlo para conseguir dinero, pero hay consecuencias que hay que tener en cuenta”.

    Cuando se paró a pensarlo era demasiado tarde: los vídeos en directo, que él creía que se perderían en internet, empezaron a aparecer en páginas porno.

    “Al principio, cada vez que aparecía uno, me ponía en contacto [con la página en cuestión] pidiéndoles que lo retiraran – ‘Soy el propietario de los derechos de autor de esto, por favor, retiradlo’. Por lo general lo retiraban, pero por cada uno que conseguía retirar aparecían diez más. Estaba fuera de control. Ahora hay tantos que ya no los tengo localizados”.

    McSwiggan quiere que la gente sepa lo que se siente al hacer que esos momentos íntimos sean accesibles por cualquier persona:

    “Me hace sentir asqueado, violado. No tengo ningún control sobre eso. No quiero que la gente que conozco navegue por internet y vea los vídeos, aunque sé que hacerlo público significa que mucha gente va a ir a Google y lo encontrará”. Aunque dice que está aprendiendo a aceptar esa impotencia, no hay nada que pueda hacer al respecto. Tampoco hay nada que pueda hacer sobre el hecho de que no usó condones.

    “Aunque todos nos hicimos pruebas antes de hacerlo y sabíamos que el resultado era negativo, cuando ves los vídeos no hay contexto, simplemente parece que estamos teniendo relaciones sexuales sin protección y eso no es algo que quiera fomentar. Apoyo lo contrario, tal y como digo en mis vídeos: ‘No lo hagas a pelo, asegúrate de usar protección’. No quiero que esto dañe mi reputación ni todas las cosas por las que he trabajado tan duro”. (Nota: hay que tener en cuenta que aun cuando ambas partes se hacen una prueba de VIH antes de tener sexo sin protección, solo se puede detectar el virus varias semanas después de la situación de riesgo).

    McSwiggan con Sophie Ellis-Bextor y, a la derecha, con Tom Daley

    Cuando el canal de YouTube de McSwiggan y sus vídeos que exploran cuestiones cada vez más graves, como enfermedad mental y la salud sexual, empezaron a hacerse famosos, algunos espectadores comenzaron a vincularlo a los vídeos pornográficos. Algunos dejaron comentarios en YouTube. “Una persona me amenazó y me dijo que se lo iba a decir a mi madre”, comenta. “Algunas personas estaban siendo bastante malintencionadas y vengativas”.

    Antes de hablar con BuzzFeed News, McSwiggan se lo contó todo a sus padres, que fueron, según él, muy comprensivos. “Estaban decepcionados porque no les hubiera pedido dinero a ellos”, dice con tristeza. “Creo que era demasiado orgulloso en aquel momento”. La comprensión de sus padres fue muy importante para él: “Que mis padres lo averiguaran siempre fue la peor parte. No quería que se avergonzaran de mí”.

    Ahora habla del tema con alivio. Lo describe como un “enorme secreto” y cuenta cómo afectó a su vida posterior. “Cada vez que quedaba con un chico, en algún momento salía a relucir: ‘Ah, por cierto, hay vídeos de de mí desnudo en internet’. No es una conversación fácil de tener”.

    Finalmente quiere utilizar lo que le pasó para enviar un mensaje a los jóvenes: “Quiero que sirva como advertencia, porque sé lo tentadora que puede ser la industria del porno, que se alimenta de jóvenes y personas ingenuas”, dice. De repente, su trabajo en YouTube parece claro: quizá pueda ayudar a otros chicos a no caer en lo mismo que él, y a prevenir errores que es imposible deshacer.

    McSwiggan transmite, en su canal de YouTube, mensajes importantes de forma animada y alegre, lo que explica su popularidad. Es el hermano mayor que muchos adolescentes homosexual neesitan, y ha subido un vídeo, realizado al mismo tiempo que esta entrevista, donde aborda el tema para explicarse con sus fans:

    Vea este vídeo en Youtube

    YouTube

    “Hay muchas personas de 18 años en el porno, y sí, eres legalmente capaz de dar tu consentimiento a esa edad, ¿pero tienes la cabeza bien amueblada para tomar esa decisión?” Hace una pausa durante un momento y por primera vez parece enfadado: “Yo desde luego no la tenía”.