Vimos "Avatar 2" y no sabemos por qué James Cameron se empeñó en hacerla tan aburrida

    Los bellos efectos visuales no pueden compensar la visión simplista del colonialismo.

    En los meses que duró la campaña de relaciones públicas previa a Avatar: The Way of Water, gran parte del hype en redes sociales fue sobre el dinero. Con casi 3 mil millones de dólares de ingresos en taquilla mundial, la Avatar original, estrenada en 2009, sigue siendo la película más taquillera de todos los tiempos. Pero en este momento, el público ha pasado 13 años viendo películas de Marvel, migrando a streaming, y olvidando todo sobre la película original. Cuando se habla de la secuela, los críticos quieren saber: ¿Podrá James Cameron seguir arrasando?

    Pero por mucho que genere Avatar 2, será suficiente para pagar las facturas de Cameron el resto de su vida, así que bien por él. Pero lo más interesante es el trasfondo político de Avatar y su relación con la historia de los pueblos nativos.

    🚨🚨AQUÍ COMIENZAN LOS SPOILERS, ASÍ QUE SIGUE BAJO TU PROPIO RIESGO🚨🚨

    The Way of Water retoma la historia unos 13 años después de que terminara la anterior. Su premisa básica es una simple continuación de la película original: los humanos han vuelto, y esta vez quieren nada menos que el control total. Ahora quieren convertir Pandora en la próxima Tierra, porque a estas alturas los humanos han convertido la Tierra en un páramo estéril.

    Aquí, un espectador astuto podría preguntarse: ¿Quiénes, exactamente, fueron los responsables de la destrucción de su planeta natal? ¿Fueron, acaso, los acomodados de las naciones imperialistas e industrializadas? Pero la película no dedica tiempo a esta distinción. En lugar de eso, se dedica a plantear el conflicto principal que llega a dominar la película: El coronel Quaritch (Stephen Lang), el antagonista de la Avatar original, ha sido resucitado por un programa secreto que se explica apresuradamente, en el que sus recuerdos se guardaron en un disco duro y se cargaron en un avatar Na'vi.

    Él y sus más crueles secuaces militares, también en sus nuevos cuerpos Na'vi, se disponen a cazar a Sully, Neytiri y sus cuatro hijos. Al enterarse, los Sully se refugian e intentan integrarse en la vida de la isla con el clan Metkayina, que habita en los arrecifes, liderado por Tonowari (Cliff Curtis) y Ronal (Kate Winslet). Sus hijos coquetean, se pelean y hacen travesuras. Mientras tanto, Quaritch refuerza su juego del gato y el ratón.

    Otra película sobre cómo nos salvan los mismos de siempre

    El principal problema de The Way of Water es que homogeniza a cada una de sus facciones enfrentadas (los colonizadores humanos y los Na'vi nativos) perjudicando tanto a su construcción del mundo como a su crítica social. La política del primer Avatar ya era perezosa. Los críticos la calificaron de "inaceptablemente paternalista" y tacharon su descripción de los Na'vi nativos de "tanto romántica como ahistórica". En el New York Times, David Brooks resumió la superficialidad de Avatar: "Se basa en el supuesto de que los no blancos necesitan al Mesías Blanco para dirigir sus cruzadas". Pero estas críticas se vieron opacadas por la admiración del esplendor visual de Avatar: el bosque bioluminiscente, las emocionantes escenas de vuelo. Sean cuales sean las consecuencias de la película en la vida real, fue emocionante que nos invitaran a adentrarnos en el exuberante y fascinante mundo de los Na'vi.

    Se centra en la búsqueda de la venganza

    The Way of Water evita la trama política y se centra en la búsqueda de venganza individual de Quaritch. Pero su constante desinterés por las realidades de la vida de los nativos, por el contexto histórico o la peculiaridad cultural, perjudica a todo el proyecto, de modo que The Way of Water ni siquiera funciona eficazmente como fantasía escapista.

    El poco interés de Cameron por las complejas interrelaciones de los grupos marginados queda marcado de inmediato en el estilo combinado de los Na'vi. Llevan atuendos tribales, peinados africanos y acentos tomados indiscriminadamente de otros lugares: África Occidental, el Caribe, el sur de Asia. Pero, lo que es más grave, no distingue de forma significativa entre el clan Metkayina, que habita en los arrecifes, y el Omaticaya, que habita en los bosques.

    No hay diferencias sustanciales

    Para ser una película sobre la necesidad de los Sully de aprender el modo de vida de una cultura diferente, The Way of Water apenas presenta diferencias superficiales: los habitantes de los arrecifes tienen la piel más verde, para camuflarse, y la cola y los brazos más gruesos, para nadar. Pero Cameron desaprovecha su oportunidad de ampliar los comportamientos de los Metkayina a una cultura colectiva. Su práctica para controlar la respiración, necesaria para bucear, podría profundizarse en una práctica espiritual de meditación, o en una aversión psicosocial a la ira. Pero en manos de Cameron, no es más que una habilidad que los Sully deben adquirir. Es un pretexto para que la hija del líder de los Metkayina, Reya (Bailey Bass), ligue con el hijo de Jake y Neytiri, Lo'ak (Britain Dalton), poniéndole las manos en el estómago para enseñarle a respirar.

    The Way of Water centra la mayoría de sus intercambios culturales en las interacciones entre estos dos grupos de niños: Reya y sus hermanos comparados con Lo'ak y los suyos. Pero las diferencias que estos muchachos encuentran en los demás son, de nuevo, superficiales. Aonung (Filip Geljo), hermano de Reya, se burla de Kiri (Sigourney Weaver), hermana de Lo'ak, por sentarse sola. Los niños de Metkayina recalcan constantemente las manos de cuatro dedos de los Sully, prueba de su ascendencia humana.

    El choque de las tribus se resume en que los niños son niños, peleándose por cuestiones estéticas que les resultan desconocidas, de modo que el retrato que hace Cameron del conflicto intertribal tiene toda la sutileza de los niños de escuela. Entonces, de repente, el conflicto se resuelve para que los Na'vi puedan unirse contra el verdadero enemigo: el colonizador.

    Los colonizadores representan los mismos clichés

    En cuanto a los colonizadores, incluso en el primer Avatar los humanos se dividían según lealtades corporativas, militares y científicas. The Way of Water los presenta a todos como imperialistas violentos y sanguinarios. El único grupo de humanos que no pertenece al ejército son los cazadores tulkun, y también son violentos y codiciosos, empeñados en matar con arpones a tiernas criaturas marinas para extraer minúsculas cantidades del codiciado petróleo. En su barco viaja un único biólogo marino con una perspectiva diferente, que respeta la inteligencia de los animales y únicamente está presente porque la empresa de cacería financia su investigación. Le dan dos frases y una muerte sin ceremonia.

    No hay diversidad ni representación cuando se habla de lo que pasó con los humanos

    La homogeneización de los humanos anula la complejidad del racismo en la Tierra. The Way of Water no muestra ningún interés en cómo los humanos pudieron haber ejecutado entre sí la misma violencia colonial que posteriormente ejercen sobre los Na'vi. No se reconoce la dinámica entre humanos y Na'vi como una intensificación de un patrón que viene de siglos atrás, en el que los colonos erradican los hogares, los sustentos y los árboles genealógicos de los pueblos nativos por racismo y codicia imperialista.

    En su lugar, la lucha de poder entre colonizadores y nativos se representa como algo totalmente alegórico, porque ese tipo de violencia parece que no existe en la versión de la Tierra de la película. Ante la oportunidad de relacionar los intereses de la película con los de la vida real, de reconocer a los nativos como personas reales y no como símbolos de pureza primitiva en cuerpos alienígenas, Cameron avanza rápidamente.

    Al final, esta simplificación hace que The Way of Water sea aburrida. Cameron ignora los conflictos intragrupales para dar paso a los duros enfrentamientos de 20 minutos entre colonizadores y nativos. Representa un conflicto interpersonal que no está vinculado a un conjunto de valores comprensibles. En lugar de una sociedad inmersiva, con personajes cuyas motivaciones se entrecruzan y superponen, nos encontramos con una sobreestimulación sin sentido.

    The Way of Water es una herramienta sin filo, que expande el mundo de Avatar a base de copiar y pegar.

    Pongamos como ejemplo contrario las películas de Black Panther. El pueblo y las tribus de Wakanda tienen desacuerdos políticos internos que no son menos importantes que la lucha de Wakanda frente a fuerzas externas que intentan robar su vibranium, fuente de toda su riqueza secreta y sus avances tecnológicos. La heterogeneidad de Wakanda enriquece el mundo de ficción. O por ejemplo, una serie como Avatar: The Last Airbender, que crea distintas subculturas dentro de grupos de personas que controlan el mismo elemento. Las tribus de agua de The Last Airbender se dividen dependiendo de si viven en lugares pantanosos o helados y las tribus que viven cerca del polo norte mantienen una guerra civil contra las tribus del polo sur. En contraste, las numerosas aldeas Metkayina que habitan en los arrecifes viven aisladas y no saben nada las unas de las otras, como demuestran las escenas en las que Quaritch tortura a unos Na'vi despistados en un intento de descubrir el escondite de los Sully.

    La fantasía es más poderosa cuando los creadores se comprometen a fondo con la alegoría elegida, revisando todos los minuciosos componentes de la maquinaria de su mundo ficticio. Pero The Way of Water es una herramienta sin filo, que expande el mundo de Avatar a base de copiar y pegar. Cameron pudo haber construido un mundo de Metkayina que rompiera nuestras ideas preconcebidas sobre los Na'vi, dándoles líderes que no fueran otro jefe guerrero y su esposa sacerdotisa, o reglas religiosas que chocaran con las de los Sully.

    En vez de eso, nos dio paralelismos directos con la última película: los Omaticaya montan a caballo, pero los Metkayina montan delfines. Los Omaticaya veneran un árbol sagrado, y los Metkayina veneran... un árbol submarino. Intenta compensar su falta de imaginación narrativa con un nuevo lenguaje visual, pero no consigue tapar los agujeros de su descuidada saga. Parece que le aburren las complejidades de una sociedad nativa, y le aburren las dinámicas de poder que anidan en la historia colonial. No demuestra ningún interés en explicar cómo los humanos han vuelto a ponerse en la misma situación, desplegando su poderío militar-industrial contra el mundo natural y las criaturas que lo cuidan. Al final, parece que sucumbió a 13 años de presiones para hacer The Way of Water más grande y audaz, para que la espera mereciera la pena. Pero eso no la hace buena. ●

    Este post fue traducido del inglés.