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    Violada, perseguida y encarcelada, Karla Avelar es ahora referente mundial de las trans

    Sobrevivió a un asesino en serie, ataques de pandillas y cuatro años en una prisión en El Salvador para convertirse hoy en una activista trans en la escena global. J. Lester Feder y Nicola Chávez Courtright escriben este artículo para BuzzFeed News desde El Salvador.

    SENSUNTEPEQUE, El Salvador —Karla Avelar sentía dolor de espalda cuando llegó a la prisión de Sensuntepeque, unos edificios de bloque ubicados en lo alto de un valle verde cerca de la frontera de El Salvador con Honduras. Así que, después del almuerzo, se quitó la camisa y se acostó boca abajo en el piso de cemento de un cuarto que hace a veces de cafetería y de espacio de actividades en la prisión. Desde esa posición, cinco mujeres que estaban maquilladas de forma llamativa le dieron un masaje de pies a cabeza. Usaron crema de mano como aceite de masaje y le colocaron una vela sobre el nudo en su espalda para aliviarle el dolor.

    Avelar estaba tan a gusto dentro de la prisión que es difícil imaginar que fue regularmente violada y torturada en este lugar, donde estuvo presa entre los años 1996 y 2000. Ahora, con 37 años de edad, es una de muchas trabajadoras sexuales trans de San Salvador, capital de El Salvador, que estuvieron en ese lugar en las últimas décadas. Las que pasaron por allí en la misma época que Avelar dicen haber sido abusadas por los custodios y sometidas a una especie de esclavitud por las maras (pandillas) que controlaban la prisión.

    Esos días se han terminado gracias, en gran parte, a la denuncia que Avelar interpuso personalmente después de salir de la prisión. Las mujeres que le masajeaban la espalda durante su visita reciente, justo antes de Navidad, son parte de aproximadamente 50 personas privadas de libertad que viven en el Sector 2, una unidad especial que alberga a mujeres trans como también a unos cuantos hombres gay. Las del Sector 2 todavía interactúan con otros prisioneros en algunas áreas comunes —muchas de ellas tienen novios dentro del sector de hombres y el centro penitenciario les proporciona preservativos — pero, por su seguridad, viven y duermen en una parte dla prisión que está separada del sector de hombres.

    "Hoy en día ya no hay violaciones", dijo una presa de 25 años, quien dijo llamarse Kendra. La joven dijo que sufrió algo de abuso verbal al llegar a la prisión en 2010—un custodio la obligó a agacharse durante dos horas mientras le gritaba insultos homofóbicos— pero Avelar la vino a ver y la ayudó a frenar estos abusos. La instalación de la valla del Sector 2 ese mismo año coincidió con la decisión de la directiva de los centros prisiones de trasladar a los pandilleros a otro centro prisión, lo que fue fundamental para el mejoramiento de la situación de los presos trans y gay.

    Muchos de ellos y ellas tienen historias muy parecidas a las de Avelar: fueron echados de sus casas a temprana edad, se mantuvieron con el trabajo sexual y sobrevivieron violaciones u otros incidentes por parte de las pandillas antes de terminar en Sensuntepeque. Consideran a Avelar como un cruce entre una madrina y una defensora con la habilidad de obtener concesiones de la Dirección General de Centros Penales que nunca habrían conseguido por sus cuentas. Durante la visita en diciembre, Avelar entregó una petición de los residentes del Sector 2 al director del centro prisión pidiendo que se les permitiera participar junto con la sección de mujeres en una obra navideña. Él accedió, plasmando el acuerdo por escrito ese mismo momento.

    "Por eso (es) que me tienen algo de miedo, porque yo he logrado que quiten ciertos custodios", le dijo a BuzzFeed News durante el trayecto de tres horas desde San Salvador hasta la prisión. " '¡Hola, Niña Karlita!' ", le dicen los custodios con cariño al entrar.

    En un país donde el VIH y la violencia se llevan a tantas mujeres trans que son pocas las mujeres trans mayores de 35 años en San Salvador, es impresionante que Avelar aún siga viva. Fue violada y amenazada de muerte por primera vez a los 10 años y, ya adulta, sobrevivió por lo menos tres atentados contra su vida y vivió con VIH— a pesar de pasar más de 13 años sin tratamiento alguno. Desde 2008, lidera una organización en pro de los derechos de las personas trans que fundó en San Salvador, conocida por su acrónimo COMCAVIS Trans. Viaja alrededor del mundo con regularidad para abogar por los derechos trans frente a organizaciones de derechos humanos internacionales.

    Avelar es parte de una generación de activistas trans de El Salvador, quienes en su mayoría nunca terminaron la escuela primaria. Pese a que los defensores de derechos humanos consideran a El Salvador a uno de los países más peligrosos en las Américas para las personas LGBT, las activistas trans alcanzaron logros sustanciales , como una directriz emitida por el gobierno en 2010 que prohíbe la discriminación a base a la orientación sexual e identidad de género en puestos de gobierno. COMCAVIS documentó por lo menos doce homicidios de mujeres y dos de hombres gay en 2014 basándose en información publicada en los medios de comunicación, aunque estiman que la cifra real de homicidios debe ser aún mayor.

    "De la transformación de Karla yo sí puedo decir 'Cuando yo sea grande quiero ser como ella', solo que ella es menor que yo", dijo William Hernández, que en 1994 fundó la primera organización de derechos LGBT en El Salvador: Entre Amigos.

    "Nosotros la conocimos en la calle", dijo Hernández. "Supimos el ir y venir de tantas cosas que ella vivió". Ahora se asombra al verla sentada en reuniones a la par de ministros y embajadores. "Y no solo sentada— si no que se expresa, toma decisiones, pone los puntos sobre las íes".

    Vea este vídeo en Youtube

    youtube.com / Via comcavis.org.sv

    Un video del 2014 producido por la Campaña de Libres e Iguales de las Naciones Unidas que promueve los derechos LGBTI, el cual incluye a Karla Avelar. youtube.com / Mediante comcavis.org.sv

    Avelar nació en Chalatenango, un departamento rural al noroeste del departamento donde se encuentra la prisión de Sensuntepeque. Dejó su casa después de que su primo la violara, por segunda vez, a los diez años de edad, en la casa de su familia. Otro primo le disparaba de vez en cuando –y finalmente la echó de la casa.

    "Mi primo me advirtió que si no me iba me iba a matar porque en su familia solo habían machos", dijo Avelar. Dijo que se vestía como un niño en esos momentos, pero, "Ya era totalmente evidente porque… En mi pueblo, en el cantón, ya no me decían 'Carlos', sino que me decían 'Karla'. O 'culero' (marica)".

    Se fue sin dinero siquiera para el pasaje del bus, así que emprendió el camino hacia San Salvador a pie. Caminó un día y medio antes de llegar a Apopa, un municipio aledaño a la capital, a eso de las 11 de la noche hombre se apiadó de ella y le pagó el pasaje para el resto del camino. Pasó seis meses durmiendo en la terminal de San Salvador o en la calle, y se alimentaba de los restos que encontraba en los basureros.

    Eventualmente, ahorró un poco del dinero que se ganó pidiendo en las calles y se compró una caja de Coca Cola. Así empezó a vender gaseosa en uno de los mercados más grandes de la ciudad. Allí conoció a una mujer llamada María, que la trajo a su casa, pero le hizo trabajar en tareas domésticas durante una jornada extenuante. El hijo de la mujer también la violó. "Pero", dijo Avelar, "me quedé allí porque no sabía qué hacer".

    Una de sus tareas más peligrosas era ir a comprar tortillas. La casa de María estaba en un barrio controlado por la pandilla Barrio 18, pero la tortillería estaba en el territorio de la pandilla contraria, la Mara Salvatrucha, MS. Durante una de estas salidas a comprar tortillas, un grupo de pandilleros de la MS la agarró y se la llevó a un lugar donde dijo que la violaron aproximadamente 15 hombres. Habían más que esperaban su turno, pero Avelar encontró el coraje para escaparse.

    Poco después, regresó a la calle. Allí es donde conoció por primera vez a otra mujer trans llamada Diana, que la invitó a que la acompañara mientras trabajaba en la calle; y fue así como Avelar descubrió que el trabajo sexual le daría finalmente una forma de ganar dinero de forma independiente y tomar algo de control sobre su vida.

    "Era joven y hacía dinero", dijo ella.

    Avelar siguió siendo amiga de Diana hasta hace como ocho años, cuando Diana fue asesinada por su pareja, un policía. Cuando Avelar y Diana se conocieron, no tenían un nombre propio para lo que eran. A la mayoría de las mujeres trans en San Salvador se las incluía en la categoría de "homosexuales" o se autodenominaban "locas", un término afectuoso entre ellas.

    "En ese entonces, no sabíamos que éramos trans ni que éramos sujetos de derecho, ni nada", dijo Avelar.

    Muchas de las trabajadoras sexuales trans que ya trabajaban en San Salvador cuando Avelar entró a ese mundo, en 1990, recuerdan esos años como el final de una época de oro. Una guerra civil, que se prolongó desde 1980 hasta 1992, arrasaba el país, pero la capital en sí era relativamente tranquila y albergaba una zona roja pujante donde los hombres gay vivían su identidad de forma relativamente abierta y las trabajadoras sexuales trans disfrutaban de una clientela fija compuesta en parte por soldados y miembros de la policía. Habían unas cuantas calles donde ellas trabajaban, pero el centro de la actividad estaba ubicado en una zona de cuatro cuadras conocida como La Praviana. Las mujeres que convivían allí en los años 80 e inicios de los 90 estiman que en esta zona de cuatro cuadras vivían entre 70 y 90 mujeres trans, la mayoría trabajadoras sexuales en los hoteles de la zona.

    Avelar se sentía demasiado intimidada por las otras mujeres trans como para trabajar en La Praviana. Tampoco es que las veteranas la recibieran con los brazos abiertos –la hostigaban sin piedad, llamándola "La Machorra" porque llevaba el pelo corto.

    "Las trans súper viejas que estaban allí … subían y me robaban el dinero—y a veces me dejaban desnuda", dijo Avelar. Una vez, una mujer le puso un machete cerca del rostro y le dijo que "tenía bonita cara para hacérsela pedazos".

    Avelar eventualmente aprendió a defenderse y empezó a repartir el mismo tipo de abuso que le habían impartido las mujeres que le habían maltratado tanto. Pero esto fue ya en los 90, cuando La Praviana iba en decadencia. Muchas de las mujeres se fueron para Estados Unidos, siguiendo el camino transitado que tomaron muchos salvadoreños en ese período peligroso e inestable de los años de posguerra cuando las pandillas tenían cada vez más control en el país.

    Y luego estaba "El Matalocas", un asesino en serie que empezó a embestir a las mujeres trans en las calles en una serie de ataques, disparándoles desde su automóvil. Se oía decir que tenía una pierna de palo.

    Un hombre que se asemejaba a esta descripción casi mata a Avelar en 1992. Una noche, dice Avelar, se subió al vehículo de un cliente que la condujo a una parte sola de la ciudad después de que accediera al precio de sus servicios. El corazón de Avelar se detuvo cuando se agachó para practicarle sexo oral y descubrió que él tenía una pierna postiza.

    "Le toqué la pierna de palo y me asusté", recordó Avelar. "Porque dije, 'Estoy muerta'".

    Intentó mantener la calma y terminó de practicarle el sexo oral, pero él se había percatado de su pánico. La quitó de su pene, le dio con la cola de una pistola y después le hizo bajarse del vehículo. Allí fue cuando "hubo penetración", dijo ella, y luego la obligó a que se subiera nuevamente al automóvil y prometió que la mataría si se intentaba escapar.

    Cuando llegaron a las afueras de la ciudad, ella agarró el volante y chocó el vehículo contra un paso desnivel. Agarró la pistola al mismo tiempo cuando se tiró del automóvil y la arrojó fuera del alcance del hombre, pero él tenía otra. Le disparó, y la hirió con nueve balazos.

    Avelar sobrevivió, pero estuvo en estado de coma por mucho tiempo. Al despertar le dieron otra mala noticia: los doctores le informaron que tenía VIH, aunque dijo que en esos momentos sentía demasiado temor para enfrentar el diagnóstico y por lo tanto no buscó tratamiento.

    El incidente le trajo los inicios de una reconciliación con su familia. Las autoridades no podían encontrar a sus familiares más cercanos mientras ella estaba inconciente, así que un canal de televisión transmitió su foto y pidió que si alguien conocido la veía, se contactara con las autoridades. Su hermanito vio el segmento y su abuela lloró al ver la foto de Avelar entubada en el hospital.

    "Cuando superé el estado de coma, mi abuela estaba junto a mí", dijo Avelar con una voz que temblaba. "Fue la primera vez que pude ver a mi abuela ya siendo trans. La verdad, lo primero que hice fue llorar, porque yo me había criado con ella y me fui sin decirle nada. Lo primero que me dijo ella fue que yo era su niño y que no importaba lo que la gente dijera" .

    Una fotografía de la primera marcha del orgullo gay, realizada en 1997

    El incidente en el que fue baleada la ayudó a Avelar a convertirse en una activista. Hernández de Entre Amigos explicó que su grupo de derechos LGBT recién fundado había estado buscando un caso que se pudiera utilizar para llamar la atención sobre los altos niveles de violencia contra las personas LGBT, pero nadie se atrevía a hablar públicamente. Avelar fue la primera de las víctimas de "El Matalocas" que sobrevivió y pudo identificarlo, y ella no tenía miedo a la atención. Hicieron una conferencia de prensa y dieron el nombre del agresor a los medios. Era un militar de alto rango a quien habían podido identificar mediante el registro de su arma. El hombre hasta la fue a retirar del cuartel después del incidente.

    Avelar y Entre Amigos empezaron a recibir amenazas de muerte de forma inmediata y nunca jamás volvieron a denunciar al autor de un crimen de odio tan públicamente después de eso. El hombre nunca fue a prisión por el crimen.

    Avelar regresó al trabajo sexual después de recuperarse pero formó parte del primer esfuerzo de organizar un grupo en pro de los derechos trans en 1997. Se llamaba El Nombre de la Rosa y se desprendió del grupo Entre Amigos, el cual estaba dirigido por hombres, justo después de la primera marcha de diversidad sexual en El Salvador.

    Empezó casi como un sindicato, dijo Paty Hernández, una de las líderes principales de El Nombre de la Rosa. "Las prostitutas pagaban. Nosotras dábamos un aporte, una donación de lo que hacíamos a la noche", explicó.

    Al principio, el gobierno hasta se negó a darle personería jurídica al grupo, opinando que sus metas iban "en contra de la moral". Esto fue desmoralizante en un momento en que las mujeres trans estaban desapareciendo rápidamente de San Salvador. Entre el tiempo en que El Nombre de la Rosa se organizó inicialmente a finales de los 90 y el momento en que Hernández hizo el intento de empezar una organización trans en 2003, la cantidad de mujeres trans adultas conocidas por los grupos de activistas en El Salvador bajó de 200 a 40.

    "Entonces todas se desanimaron", dijo Hernández durante una entrevista en Washington D.C., donde decidió buscar asilo en el 2014. "Unas se vinieron para acá (a los Estados Unidos). Huyeron. Otras se estaban muriendo de SIDA". También hubo una nueva ola de violencia después de la marcha del orgullo gay en 1997.

    "Salimos de las cuevas", dijo. "Siempre después de las marchas hay más muertes."

    Una noche en 1996 estaba trabajando en una calle cerca de la estatua de Jesucristo parado encima de un globo terráqueo, conocida como El Salvador del Mundo, un símbolo nacional salvadoreño. Tres hombres gay empezaron a molestarla, a ella y a otra mujer trans que la acompañaba, por vestir ropa de mujer, dijo Avelar. Los hombres se pusieron aún más agresivos y se quitaron los cinturones como si estuvieran a punto de azotarlas. Considerando que estaba en peligro, dijo Avelar, apuñaló a uno de ellos después de que huyó su amiga. A Avelar la arrestaron y la enviaron a Sensuntepeque.

    El Sector 2 de la prisión había sido designado para presos gays y trans desde los 80, aunque ninguno de los activistas, o de los que habían pasado por allí, saben exactamente por qué la prisión decidió darles su propio espacio. Sin embargo, no ofrecía ninguna protección durante los cuatro años que Avelar estuvo allí. El Sector 2 tenía su propia área para dormir, pero las presas no estaban separadas del resto de la población masculina, que podían desplazarse libremente por la prisión, y muchos de los hombres eran pandilleros, que entraban y salían del Sector 2 cuando querían.

    "Fui sometida a ser como sirvienta para los pandilleros," dijo Avelar. "Les lavaba la ropa, les lustraba los zapatos, porque si no lo hacías te mataban. Aparte de eso, fui sometida sexualmente".

    Avelar también recuerda haber sido torturada por los custodios. Durante la visita realizada en diciembre Avelar señaló un enorme árbol de almendras que proveía sombra elegantemente al parqueo detrás de la prisión y recordó la vez que un custodio la colgó de las muñecas por 24 horas como castigo por una pequeña infracción. Esto era rutinario, dijo ella.

    La única mujer presa que estuvo en la prisión al mismo tiempo que Avelar y sigue dentro del mismo también recuerda este período de peligro.

    "Cada día nos agredían y nos amenazaban", dijo la mujer de 53 años que dio su nombre como Celeste durante una entrevista en el salón de actividades y cafetería de la prisión. Tiene una larga cicatriz que atraviesa su nariz y su mejilla del incidente que la condujo a la cárcel en 1989. "Los hombres nos agarraban del pelo y nos violaban … En esos momentos las autoridades no intervenían. Se quedaban afuera mirando".

    Avelar dijo que fue durante este periodo que ella decidió darle un giro a su vida al momento de salir de la prisión. "Allí empezó… un cambio interno, un cambio personal ", dijo Avelar. Se enfrentó a "la necesidad de poder ver qué hacía yo después de salir de allí— si es que salía".

    Pasaron siete años y dos atentados más contra su vida antes de que pudiera cambiarla. Regresó al trabajo sexual después de que quedara en libertad en el 2000 y en 2006, los pandilleros la hirieron con cinco balazos por no pagar la "renta" que les debía por trabajar en un territorio bajo su control. Sobrevivió solo para que la misma mara (pandilla), en el 2007, intentara terminar lo que inició y la apuñaló dos veces en la espalda mientras hablaba con un cliente.

    Para dejar su otra vida atrás, tuvo que buscar tratamiento para su VIH. Había perdido una cantidad espantosa de peso cuando quedó en libertad en el 2000 y estaba "horriblemente mal de salud", dijo Avelar. Aunque su última estadía en el hospital había sido traumática (el hospital se había negado a darle de comer hasta que consiguiera sus propios platos y cubiertos, diciendo que ella podía "infectar a todo mundo") fue al hospital para un examen físico. Empezó su terapia de antiretrovirales en 2006.

    Y en 2008, fundó su propia organización también. Aunque las activistas que conformaron El Nombre de la Rosa habían fundado otro grupo para ese entonces llamado ASPIDH-Arcoiris, Avelar dijo que ellas se habían distanciado de Avelar antes de ir a la cárcel por ser demasiado mandona y por no respetar las decisiones tomadas por consenso. Al inicio COMCAVIS, la organización de Avelar, se financió de la misma forma que otras organizaciones trans: a través de las contribuciones de trabajadores del sexo, hasta que recibió su primer financiamiento de prevención de VIH en el 2011 a través de un programa apoyado por USAID, y este dinero lo reciben aún. Ella misma se tuvo que enseñar cómo hacer los tramites para inscribir legalmente a la organización y cómo hacer la contaduría. Dice que rompió en llanto la primera vez que intentó hacer una hoja de cálculo en Excel.

    COMCAVIS interpuso su primer denuncia formal en contra de la prisión con la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador en 2010. Siguieron con dos más en 2011 y en 2014. Primero, ganaron el derecho de que las mujeres dentro de la prisión pudieran vestir ropa de mujer. Luego se hizo una división entre el Sector 2 y el sector de hombres. Finalmente, la prisión tuvo que darle acceso a preservativos a los reos.

    Hoy en día, COMCAVIS hace talleres para las residentes del Sector 2 en conjunto con dos otras organizaciones LGBT. Avelar visita unas cuantas veces al año para darle seguimiento a las presas. Ahora pareciera sentirse plenamente en confianza platicando y riéndose con ellas, pero describió cómo irrumpió en llanto durante su primera visita en 2010 cuando recordó su primer día en la prisión y cómo tuvo que pasar una fila de hombres que le dio de golpes al entrar.

    Una señal del incremento en seguridad que existe hoy día gracias a estas reformas es la del aislamiento que Avelar ayudó a conseguir, la queja más común de los reos trans y gay. No se les permite participar en los talleres que la prisión les brinda a los hombres; por ejemplo, talleres para tejer hamacas o construir muebles, y por lo tanto salen de la prisión sin ninguna habilidad para un empleo.

    "Hoy en día como no hay pandilleros (en la prisión), ellas están solicitando que no se les aísle," dijo Avelar. "Pero la realidad es que el centro prisión tiene la obligación de garantizar en la medida de lo posible la seguridad de todos".

    Su trabajo sigue siendo peligroso y exhausto. Otra activista trans llamada Tania Vásquez fue asesinada en 2013 y nadie fue procesado por su muerte. Avelar mantiene un horario frenético, el cual le ha dificultado mantenerse fiel a un régimen de antiretrovirales que requería de seis pastillas al día. El dolor de espalda que las presas intentaban aliviar con un masaje ese día de diciembre terminó siendo el indicio de una infección de su sistema nervioso que la tuvo hospitalizada un mes antes de que los doctores cambiaran su régimen a una pastilla al día.

    Avelar dice que a veces piensa en irse del país. Incluso Paty Hernández, una de las activistas también de larga trayectoria y fundadora de El Nombre de la Rosa y de otra organización trans llamada ASPIDH-Arcoiris, se fue en el 2014 después de 20 años de activismo. Avelar pensó seriamente en no regresar después de un viaje reciente a Suecia.

    "Me duele lo que le esta pasando a mis hermanas", dijo ella. "Más que coraje, yo creo que es orgullo [lo que me mantiene en El Salvador]… Es la fuerza del reclamo de que El Salvador tiene una deuda con nosotras".

    Nicola Chávez Courtright co-dirige el archivo histórico LGTBIQ para la organización AMATE El Salvador, la que facilita los talleres para las presas en el Sector 2 junto con COMCAVIS y Entre Amigos.