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    Las diferencias entre la pornografía y el sexo

    Como actriz porno, descubrí que existen grandes diferencias entre tener sexo en pantalla y hacerlo en mi hogar. A mi novio le pasa lo mismo, ya que también filmo películas pornográficas con él.

    “¿Tu novio te deja hacer esto?” me preguntó un periodista holandés, incrédulo.

    Como actriz y productora pornográfica, ésta es una de las preguntas que más me hacen. Me lo preguntaron amigos, familiares, mi peluquera y por último, esta productora holandesa que me entrevistó acerca de tener sexo frente a una cámara a cambio de dinero.

    La respuesta, obviamente, es que mi novio no me “deja” hacer nada. Somos personas independientes con vidas propias. No tenemos el poder de prohibir las decisiones profesionales del otro.

    Además, también tengo una novia, y ella tampoco tiene ese tipo de control sobre mi vida.

    Sería muy raro que no me apoyaran con la industria del cine para adultos. Ambos trabajaron en la compañía para la que dirijo.

    Muchos de los actores porno que conozco salen con personas de la industria (aunque no todos). El trabajo requiere consideraciones especiales con respecto a la monogamia que, según mi experiencia, parecen tener más sentido para personas que están en la industria del sexo. Soy polígama en mi hogar, y lo era mucho tiempo antes de entrar en la pornografía, así que discutir sobre límites y precauciones para un sexo seguro es algo que se me da fácilmente.

    Sin embargo, al salir con un colega necesitas ciertos límites entre lo que haces por trabajo y lo que haces en tu casa. En una pareja de actores porno, el sexo para la pantalla y el sexo casero es muy diferente. Sé que a mi novio (llamémosle N) le pasa lo mismo, ya que también tengo sexo con él en pantalla.

    Lo primero es el vestuario. Me gustaría decir que con mi novio me pongo mi conjunto de encaje, corpiño con aros y pantimedias combinado, pero la realidad es que en nuestras citas a menudo visto la misma la ropa interior común y medias rotas que llevo a mi trabajo diurno. Mi maquillaje habitual es más brillante y vistoso que el que me pongo cuando actúo (¡Para no asustar a los normalitos!), pero paso menos tiempo cuidando que sea a prueba de transpiración, saliva y semen. Después de un año de relación, no me preocupa mucho que N descubra que mis labios no son color verde bosque.

    Aunque me visto como una versión disfrazada de mí en la vida real, los juegos de rol sin cámaras son una ocasión especial más que algo habitual.

    Los disfraces y los guiones despiertan mi costado histriónico; en el set de filmación actúas un personaje. Hace unos días, me tocó filmar un trío con dos chicos, e intentaba encontrar mi “motivación” (además, por supuesto, de la motivación de acabar).

    ¿Es en encuentro casual? Me preguntaba mientras chupaba primero un pene y luego otro. ¿Un amorío en desarrollo? ¿Un encuentro oculto? ¿Qué tipo de sonidos haría? ¿Esto suena sexy, o ridículo?

    ¿Debería quitarme las botas para sacarme este traje de spandex, o bastará con quitarmelo hasta los tobillos?

    ¿Se notará en cámara que estoy pensando en todo esto en lugar de sentir cómo se rozan nuestras partes?

    Es agotador, mental y físicamente. En pornografía, el sexo es un deporte de resistencia. Las tomas pueden durar entre dos y más de ocho horas. ¡Me cuesta mantenerme erguida en tacos altos con mis piernas en posición de corredor mientras me dan por detrás! Me duelen las pantorrillas y los muslos por mantener posturas que priorizan lo visual (se deben poder ver mis pechos y su pene) por sobre la penetración (y por sobre la comodidad, sin dudas). Luego de todo eso, se siente bien volver a casa y tener sexo misionero, como yo misma.

    También es agradable no tener que preocuparse en tapar la luz y proyectar sombras. Revisando material, me maldije por tener mi mano en el cabello de N cuando nos besamos ya que, si bien es un gesto dulce y genuino, el espectador solo puede ver una toma larga de mi brazo, en lugar de nuestros labios besándose. Esa es la única regla para tener sexo frente a una cámara: se debe poder ver la acción.

    A veces, tener otra gente mirando es positivo. El director se asegura que tu maquillaje esté perfecto, que se vea bien tu cuerpo, y que puedas resolver cualquier acto sexual que desees. Me ha pasado de entrar en pánico cuando él bajaba para darme sexo oral y no saber si se quedó un poco de papel higiénico en mis labios vaginales. Además de asegurarse de que los actores descansen, el director se encarga de que todo se vea genial y que todo el mundo acabe.

    Pero, ¿Acabo? Además de las preguntas sobre lo que mi novio me permite hacer, la pregunta más habitual es si realmente tengo orgasmos frente a las cámaras.

    La respuesta es: ¡A veces! Al igual que fuera de las cámaras. Hay ciertos actos y conversaciones sucias que seguramente me hagan acabar, pero en ocasiones mi cabeza no coopera. En la pornografía no hay problema, puedo actuar un orgasmo sin lastimar los sentimientos de nadie. N me dijo que no suele disfrutar tanto sus orgasmos en el set, ya que está ocupado en asegurarse que su eyaculación caiga donde quiera el director.

    Filmar pornografía es similar a hacer un compilado grupal, tenemos una lista de posturas y actos que creemos que en la película se verán (algo) naturales y sin esfuerzo, pero que también cumplan con las marcas de la productora para la que estemos filmando. A veces N y yo comenzamos el sexo del mismo modo en que lo hacemos en un set, con una escena en mente. Cuando comenzábamos a salir, hicimos una escena del tipo doctora-paciente. Me puse varios accesorios de metal, un espéculo y una vara violeta, bajé las luces y puse una frazada a prueba de agua, por las dudas. Pero honestamente, en casa tenemos mucho sexo vainilla. ¡Es vainilla por lo dulce! Y por lo fácil. Somos gente ocupada. Sí, tenemos baúles llenos de juguetes sexuales raros (un dildo llamado el Ovipositor que pone huevos de gelatina, por ejemplo) pero mayormente usamos nuestras manos y la varita mágica, como imagino que hace cualquier otra pareja en sus treinta y pico.

    Los límites y la negociación que implica planear una escena me permiten ser mucho más arriesgada frente a las cámaras que en la vida real. Cuando no filmo, las muestras de cariño en público me intimidan, ¡Y ni hablar de las orgías! Al ser una mujer gorda que se autoproclamó públicamente como ser sexual, se me critica mucho sobre mi cuerpo y el hecho de que me paguen por mi trabajo sexual. Al estar en pareja con un hombre que está en forma, debo soportar las miradas de lástima de los extraños (a menudo mientras N se come tres cuartos de la pizza que ordenamos). En las fiestas sexuales, donde él recibe más atención que yo, resulta obvio que la sociedad determinó que tenemos niveles diferentes de capital sexual. Ese tipo de prejuicios me puede hacer sentir introvertida y triste en mi vida diaria. Frente a las cámaras, siento que puedo superarlo y, al hacerlo, generar una representación positiva de la gordura y la tan ansiada satisfacción sexual.

    Fue gracias a esa sensación de riesgo que me produce hacer películas pornográficas que N y yo acabamos de tener nuestro primer trío frente a las cámaras. Estuve en tríos en los que sentí que mi pareja y la otra persona querían tener relaciones entre sí, mientras yo estaba ahí para mirarlos. No fue una experiencia que deseara repetir. En un ambiente profesional, me sentí más cómoda expresando lo que quería como directora y como actriz. Pude elegir a la tercer persona, y decidir con exactitud cómo se iba a desarrollar. La noche anterior, mientras N y yo teníamos sexo, nos dijimos todas las cosas sucias que queríamos hacer con nuestra co-estrella. Eso mejoró el trío, y terminó por convertirse en un puntapié excelente (y excitante) para decidir la estética de la escena y el funcionamiento de las dinámicas.


    Es un poco raro pagarle a mi novio para tener sexo con él.

    Pero mantener la formalidad en el set ayuda a prevenir futuros dramas pornográficos sobre a quién le pertenece qué, en caso de que nos separemos. Trabajar con mi pareja también tiene sus beneficios. Lo engatusé para que orine en mi boca para una película de protesta contra la censura en el Reino Unido llamada Ban This Sick Filth (Prohíban esta suciedad enfermiza); no era algo que pudiese pedir a cualquier colega. No obstante, suelo tratarlo como a cualquier otro actor. Cobra lo mismo, trabaja la misma cantidad de tiempo, y tiene autonomía para tomar sus propias decisiones sobre su performance con su co-estrella. Aún no lo dirigí con otra actriz, aunque he visto trabajos suyos con otros. Imagino que me hará sentir un poco celosa, un poco me excitará, y tendré que apartar todos esos sentimientos para enfocarme en ser una buena directora.

    Los entusiastas del género suelen debatir sobre si algún tipo de porno es auténtico, y si eso lo hace mejor. Creo que algunos de mis seguidores disfrutan de mis escenas con N ya que somos una pareja en la vida real y nuestra química es auténtica. Me gusta imaginar que nuestro amor se transmite en la pantalla, la manera en que nos miramos, cómo nos besamos, como reímos. La confianza y el respeto que nos tenemos nos convierte en colaboradores ideales.

    Más allá de eso, a mi parte histriónica le gusta jugar un papel, y sabe que aunque no sea auténtico, el sexo sigue siendo sexo. No existe otra yo que tiene sexo mientras mi verdadero yo responde mails. Auténtico o no, la práctica rinde al volver a casa (agradezco los años de N como actor por su resistencia en la cama, y haciendo porno fue que aprendí que podía eyacular, por eso tengo la frazada a prueba de agua). En la intimidad, seguimos actuando con picardía y alegría, pero solo entre nosotros.

    Aunque a decir verdad, a veces desearía tener asistentes a mano que nos alcancen agua mientras tenemos sexo. No estaría mal.

    Este artículo fue traducido del inglés por Javier Güelfi.