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    ¿Escuchaste el chiste de los venezolanos que compran comida según el tipo de sangre?

    Mientras los venezolanos combaten la creciente inflación, la violencia y la escasez, la comedia es un alivio breve pero significativo. Desde sitios web satíricos hasta shows de comedia, la gente busca vías de escape para reírse de su frustración.

    CARACAS, Venezuela — El problema es que Mercurio está retrógrado. “Por eso es que el país está así”, dijo recientemente el presidente venezolano Nicolás Maduro. Podría ser una explicación suficiente para los problemas del país, aunque a decir verdad la cita fue inventada por El Chigüire Bipolar, una web satírica muy popular. “Es por eso que la gente está de mal humor, no es porque yo lo esté haciendo mal ni nada”, continuó Maduro en el artículo falso.

    Para terminar con las filas de horas que definen la experiencia de ir de compras en Venezuela, las ventas de comidas ahora se basarán no solo en números de documento (algo que ya se puso en práctica), sino también por tipo de sangre y color de ojos, dice un título del sitio humorístico.

    Mientras aumenta la escasez de productos básicos como pañales y leche, la inflación se va a los tres dígitos y recrudece la violencia, los venezolanos cada vez se sienten más frustrados. La popularidad de El Chigüire Bipolar, que tiene más de 1.4 millones de seguidores en Twitter, muestra que la gente recurre a la comedia para tener un respiro de los malestares diarios.

    “Creo que la gente está enojada”, dijo Juan Ravell, co-fundador de El Chigüire Bipolar. Los venezolanos utilizan el humor “como un modo de comprender la realidad… reírse de sí mismos y comprender su dolor”, añadió el treintañero.

    El mes pasado, durante un show de stand-up a sala llena, Verónica Gómez miraba a la audiencia, pensativa. “Uno anda por la vida un poco enojado”, remarcó Gómez antes de pedir a los espectadores que cierren los ojos y griten un insulto o mala palabra. Entre los alaridos, era fácil escuchar a algunos gritar “Chavista”, en referencia a la gente que apoya al ex presidente Hugo Chávez y, hasta cierto punto, al gobierno actual.

    Rey Vecchionacce, otro comediante del show, repasó una lista de grupos de Facebook dedicados a comunidades exiliadas: Venezolanos en Chile, Venezolanos en Madrid, etcétera. Por qué no hay “un grupo de para venezolanos en Venezuela”, preguntó Vecchionacce, haciendo alusión al éxodo masivo del país. La sala vibró a carcajadas. “La risa se hace de las cosas más dolorosas”, dijo Laureano Márquez, humorista que escribe una columna semanal en el periódico Tal Cual. La gente “encuentra un alivio en el humor, que los hace sentir que no tienen que suicidarse, que pueden seguir luchando”, agregó.

    No se trata solo de una anestesia momentánea. Las webs satíricas y los shows de comedia se alinean con los medios independientes, al tiempo que el gobierno intensifica su hostilidad con los medios privados y limita los cables de noticias.

    Freedom House, un grupo en defensa de la libertad de prensa radicado en Washington, D.C., dio a Venezuela una puntuación de 78 en libertad de prensa (100 es la peor puntuación).

    Durante una reunión editorial de El Chigüire Bipolar, José Rafael Briceño y su equipo se sentaron a calcular la inflación del último año. Briceño pidió ayuda al encargado de finanzas de la compañía. Finalmente lo resolvieron: un salario mínimo en 1989 permitía que alguien comprase 2.666 tazas de café; ahora, solo alcanza para unas 193 tazas, a pesar de los numerosos y promocionados aumentos de salarios que anunció el gobierno desde entonces. Aunque sea una sátira, la información se chequea por triplicado.

    El equipo de 25 personas en El Chigüire Bipolar tiene guías editoriales estrictas: no se burlan de prisioneros políticos (aunque suelen burlarse de la oposición), ni de los niños. Todo lo que se publica en el segmento semanal de noticias de Briceño es chequeado con rigurosidad.

    “Es muy difícil meterse con nosotros y salir ganando”, dijo Ravell, desde su oficina con vista a El Ávila, una cordillera enorme que se eleva por sobre Caracas. “Nos aseguramos de que todo lo que hacemos sea a prueba de balas”, agregó Ravall, quien define al sitio como una combinación entre The Onion y el programa de televisión semanal de John Oliver.

    Isla Presidencial, una parodia animada en la que varios presidentes latinoamericanos están varados en una isla desierta, se ha vuelto tan popular que tanto Chávez como Maduro se refirieron a él durante sus apariciones en televisión.

    “¿Ustedes vieron la Isla Presidencial que sacaron ayer? Muy mal lograda, muy mal. No es la cara mía, ni los bigotes, ni la voz”, dijo Maduro. “Además me ponen muy bruto”.

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    Márquez también se autoimpuso reglas para evitar repetir complicaciones pasadas. Fue a juicio y se le puso una multa por una columna en un periódico en la que mencionaba a una de las hijas del ex presidente Hugo Chávez. Hasta el día de hoy, el fisco lo controla permanentemente. Márquez dejó de mencionar nombres en su trabajo, y no hace presentaciones en teatros que pertenezcan al gobierno.

    A pesar de los estrictos procesos editoriales, las publicaciones no son inmunes a la hostilidad del gobierno. En abril, Diosdado Cabello, presidente del congreso venezolano, denunció a tres compañías de medios opositores (incluyendo La Patilla, dirigida por el padre de Ravell) luego de que reprodujeron un informe del diario español ABC que lo acusaba de estar involucrado en el tráfico de drogas.

    Semanas después, en mayo, se prohibió salir del país al padre de Ravell y a otros 21 directores de medios, luego de que Cabello los denunció por difamación contínua y agravada.

    Mientras el gobierno se cierra cada vez más sobre los medios, quienes se burlan de él no solo son más duros, sino que se multiplican. “Es el momento más creativo de la vida. Los humoristas que viven en democracia no tienen que ponerse tan creativos”, dijo Márquez. “Es hermoso vivir así” agregó, irónico.

    Este artículo fue traducido del inglés por Javier Güelfi.