Un importante estudio sostiene que la ivermectina previene el COVID-19, pero los datos resultan sospechosos

Un influyente estudio argentino ha reforzado el argumento de que la ivermectina previene el COVID-19 en el 100% de los casos. Pero sus inconsistencias han llevado a expertos a cuestionar si los ensayos clínicos realmente ocurrieron tal y como se señala.

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A ojos de los antivacunas, los resultados del ensayo clínico no pudieron haber sido mejores. Científicos argentinos anunciaron el año pasado que la ivermectina prevenía el 100% de las infecciones por COVID-19.

Este notable hallazgo contribuyó a desatar un fervor por dicho medicamento, que tiene ya decenas de años en el mercado y normalmente se usa para matar liendres en humanos o para desparasitar ganado. Luego del estudio, muchos creen que se trata de un arma eficaz en la lucha contra la pandemia.

“Si la tomas, no te enfermas”, declaró un médico partidario de la ivermectina a un comité del senado estadounidense en diciembre 2020, para luego describirla como un “medicamento prodigioso” y citar parte del estudio clínico “de la Argentina”.

Pero hay señales que indican que al menos una parte de los ensayos clínicos –tal y como se describieron en un artículo científico publicado en noviembre— no corresponden con su descripción. Luego de que BuzzFeed News cuestionara la manera en que los datos del estudio se recabaron y analizaron, un representante del Journal of Biomedical Research and Clinical Investigation, entidad que publicó los resultados, anunció el lunes por la tarde lo siguiente: “Retiraremos temporalmente el artículo”. Una liga al artículo se retiró del índice (aunque volvió a aparecer el jueves). Los editores declararon, luego de la publicación del presente reportaje, que el autor “nos informó que ya presentó evidencias de su estudio a los medios”.

Los géneros, edades y la cifra de participantes del estudio presentaban inconsistencias. Un hospital señalado en el artículo como participante en los ensayos dijo no tener registros del hecho. Funcionarios de salud del gobierno de la provincia de Buenos Aires declararon a su vez no tener registro de la aprobación a nivel local del estudio.

Y el investigador que supervisó el proyecto, Héctor Carvallo, un endocrinólogo jubilado y profesor de medicina interna en la Universidad de Buenos Aires, se ha rehusado a compartir de forma extensiva los datos, incluso con uno de sus colaboradores, según se demuestra en correos electrónicos.

Expertos independientes dijeron a BuzzFeed News que este estudio, que ha sido citado ampliamente, tiene tantas inconsistencias que resulta, en el mejor de los casos, poco fiable.

“No veo la forma en que un ensayo clínico en el mundo real produzca un patrón de este tipo”, observó Kyle Sheldrick, médico en Sídney, Australia, y uno de los críticos que echó luz sobre las discrepancias del estudio.

Carvallo, de 64 años, alega que el estudio sí ocurrió. “Jamás inventaríamos un estudio, eso no sería ético”, declaró a BuzzFeed News.

En una entrevista, Carvallo declaró que apoya la vacunación y que él mismo recibió la inmunización. “Lo que busco es que la ivermectina se considere como una posibilidad entre tantos otros medicamentos reconvertidos. No sería la mejor opción, ni la peor, solo una entre tantas”, declaró desde la provincia de Buenos Aires. “Y no debe considerarse como una competidora de la vacuna. Eso sería estúpido, pues son distintas”.

Pero otros alegan que, en tiempos de una crisis global en la que la tasa de vacunación se estanca a pesar de un virus implacable, la investigación de Carvallo termina por inculcarle a personas desalentadas la esperanza, falsa y peligrosa, de que un medicamento para parásitos puede tener propiedades milagrosas.

“Lo que verdaderamente me preocupa es que ciertas personas lo están usando explícitamente como una alternativa a la vacunación”, dijo Sheldrick.

A un año de que el mundo se obsesionara con la hidroxicloroquina, ahora le ha tocado a la ivermectina convertirse en la más reciente cura –sin fundamentos científicos– en hacerse viral. Tanto la FDA, el CDC, así como la Organización Mundial de la Salud, y hasta Merck, un fabricante de ivermectina, han advertido en contra de su uso para tratar el COVID-19. No hay evidencia sólida de que funcione como cura o prevención, de acuerdo con un análisis integral de ensayos controlados aleatorios, que no incluyó al estudio argentino. Los científicos que presentaron el mes anterior los resultados de otro importante estudio clínico declararon que la ivermectina “no muestra efecto alguno” como tratamiento.

Sin embargo, gracias al auge de la variante Delta y al escepticismo de muchos a las vacunas, el fervor por la ivermectina ha alcanzado un punto álgido a nivel global. Los políticos, desde Brasil a Malasia, la están promoviendo; las tiendas de artículos para ganado la tienen agotada, y los precios se han disparado. En grupos de Facebook y en los foros de Reddit, los usuarios comparten dosis recomendadas y dicen que prefieren comer ungüento para caballos con ivermectina que vacunarse. La intensa búsqueda por conseguir este medicamento, que de la noche a la mañana se volvió escaso, ha llevado a algunos a America’s Frontline Doctors, el grupo que promovió, desde las escalinatas de la Corte Suprema, la falacia de que la hidroxicloroquina “curaba” el COVID-19.

El número de recetas de ivermectina en Estados Unidos se ha multiplicado por 24, de acuerdo con la CDC, y los centros para la prevención del envenenamiento, de Alabama a Mississippi, se han inundado de llamadas relacionadas con efectos secundarios y sobredosis. De acuerdo con la CDC, un adulto que ingirió los contenidos de una inyección de ivermectina para ganado fue hospitalizado con síntomas como confusión, letargo, alucinaciones, respiración anormal y temblores.

Luego de su descubrimiento a finales de la década de los setenta, la FDA aprobó la ivermectina para tratar diversas infecciones causadas por parásitos, incluyendo la oncocercosis, las lombrices intestinales y los piojos. También es utilizada por veterinarios para prevenir y tratar infecciones de este tipo en el ganado. Su improbable auge como supuesta panacea pandémica data de abril 2020, cuando científicos australianos reportaron que, en células cultivadas en laboratorio, la ivermectina reducía el virus SARS-CoV-2.

Desde entonces, el fervor no ha parado de crecer. “Una forma de profilaxis casi perfecta para el COVID”, tuiteó Bret Weinstein, un biólogo que se hizo famoso por renunciar a su puesto en Evergreen State College luego de que en 2017 criticó un evento de educación antirracista. Weinstein ha declarado que estos medicamentos hacen irrelevante la vacuna. “Si la ivermectina, un medicamento sin patente, resulta segura y efectiva para tratar y sobre todo prevenir el COVID, entonces no deberíamos estar administrando vacunas”, declaró al reportero Tucker Carlson de Fox News este verano.

Los hallazgos de Carvallo han servido para darle fuerza a este argumento. La Alianza de Primera Línea para Cuidados Intensivos de COVID-19 (Front Line COVID-19 Critical Care Alliance, FLCCCA), un grupo de médicos formado en marzo 2020, cita el estudio de Carvallo como uno de tantos que ha recomendado que la ivermectina se “adopte de forma global y sistemática” para curar y prevenir el COVID-19.

La cabeza de la organización, el neumólogo Pierre Kory, habló favorablemente del estudio con Joe Rogan, un famoso podcaster que declaró esta semana estar tomando ivermectina, entre otros medicamentos, luego de dar positivo a COVID-19. Kory también invocó el estudio durante una audiencia ante una comisión del senado en diciembre. Allí, declaró que la ivermectina “esencialmente anula la transmisión del virus”.

“Recién anoche descubrimos un estudio clínico en Argentina realizado por el principal investigador de la ivermectina en Argentina, Héctor Carvallo”, dijo Kory. “Le administraron la profilaxis a 800 trabajadores de la salud. Nadie enfermó”. Kory no atendió nuestra petición de información adicional.

Carvallo, quien escribió un puñado de artículos académicos a lo largo del último año sobre el potencial de la ivermectina para combatir el COVID-19, ha hecho público su entusiasmo junto con Kory y otros miembros del FLCCCA. En entrevista con BuzzFeed News, Carvallo comparó la ivermectina con la penicilina y otros medicamentos que se desarrollaron para tratar un padecimiento pero luego resultaron útiles para atender otros. Dijo que se trata de “medicamentos reconvertidos”, aclarando que en la comunidad científica este término es prácticamente “una mala palabra”.

Carvallo relata que un colega y él comenzaron a estudiar de lleno la ivermectina luego de que el COVID-19 golpeara Argentina en marzo de 2020 y luego de que el gobierno prácticamente confinó al país entero. “Cuando estalló la pandemia, cerré mi oficina y opté por dedicarme a este tipo de investigación”, dijo.


El artículo de Carvallo se basó en dos ensayos: un piloto, seguido de un estudio expandido en varios hospitales.

El calendario de estos ensayos no es del todo claro. De acuerdo con una base de datos gubernamental que compila ensayos clínicos, el ensayo inicial se llevó a cabo entre el 1 de junio y el 1 de agosto. En la entrevista, Carvallo dijo que el piloto se llevó a cabo entre abril y junio, y que el segundo estudio concluyó en agosto porque el Ministerio de Salud le pidió que lo detuviera. ¿Por qué? “Ojalá supiera, pero no sé”, comentó. BuzzFeed News no pudo contactar al Ministerio de Salud de Argentina para conocer su versión.

En el estudio piloto, que según reportes se llevó a cabo en el Hospital Dr. A. Eurnekian, cerca del aeropuerto internacional de Buenos Aires, un grupo de trabajadores de la salud utilizó equipo de protección personal y tomó el tratamiento experimental –una gota de ivermectina junto con spray de carragenina, un espesante extraído de las algas– cinco veces por día, todos los días, durante dos semanas. El otro grupo utilizó únicamente equipo protector. Una filial local del Club de Rotarios donó $30,000 para la adquisición de más EPP, dijo Carvallo, y la ivermectina y carragenina fueron donaciones de dos compañías farmacéuticas que operan en Argentina.

BuzzFeed News no logró ponerse en contacto con una de las empresas mencionadas, Laboratorios Panalab. Pero la otra, Laboratorio Pablo Cassará, confirmó que proporcionó tanto ivermectina como carragenina para el estudio de Carvallo. De acuerdo con Roxana Pickenhayn, ejecutiva de la empresa, Carvallo mostró las autorizaciones para este estudio; el hospital en el que se llevó a cabo la investigación solicitó, más adelante, materiales adicionales. Pickenhayn hizo notar que Cassará proporcionó a su vez los suministros para otro estudio metodológicamente idéntico que se llevó a cabo en Argentina, que también encontró que los compuestos eran efectivos para prevenir el COVID-19.

Los resultados que reportó el equipo de Carvallo fueron sorprendentes. Nadie del grupo que tomó la terapia desarrolló COVID-19 en el periodo de dos semanas ni en las tres semanas subsiguientes, mientras que 11% del grupo de control dio positivo, de acuerdo con la investigación.

El número total de participantes, sin embargo, es fuente de confusión. Los investigadores apuntaron que 229 miembros del personal de salud participaron en el estudio, incluyendo 131 del grupo que tomó ivermectina y carragenina. Pero en una tabla anexa, las cifras eran ligeramente distintas: 231 en total, de los cuales 132 tomaron ivermectina.

Por su parte, el listado de la base de datos de ensayos clínicos sostiene que hubo 229 participantes. Pero hay otros factores que parecen no cuadrar. Dice que el grupo de control estaba formado por 72 mujeres y 26 hombres, a pesar de que el artículo decía que eran 51 mujeres y 48 hombres.

Las edades también parecían matemáticamente improbables. El estudio sostiene que casi 70% de los participantes que recibieron el tratamiento eran menores de 40 años. A pesar de ello, el sitio web del ensayo clínico sostiene que la edad media era de 42 años.

Es posible que se trate de errores, concedió Carvallo en una entrevista que se sostuvo principalmente en inglés. “No somos expertos en estadística”, dijo. Inicialmente declaró que la investigadora Mónica Lombardo había revisado los datos y que “al ir cambiando de manos, podría haber ocurrido un error”. Pero Lombardo, nefróloga del CEMIC Hospital Universitario en Buenos Aires, dijo a BuzzFeed News que ella no participó ni en recabar datos ni en analizarlos, y que tampoco formó parte de la investigación. Luego de preguntarle al respecto, Carvallo reconoció que Lombardo no había sido parte del estudio.

En la siguiente fase de los ensayos participaron 1,195 trabajadores de la salud, y el tratamiento se simplificó: cuatro dosis de carragenina por día, una dosis de 12 miligramos de ivermectina a la semana, según el artículo. Pero el supuesto efecto se mantuvo: ninguno de los que recibió el tratamiento se enfermó de COVID-19.

Esto, señala la publicación, ocurrió universalmente, ya fuese entre los 600 trabajadores de la salud del Hospital Dr. A. Eurnekian, los 90 trabajadores administrativos del Hospital Municipal Ángel Marzetti, los 90 trabajadores del Hospital Cuenca Alta, o los ocho trabajadores del Centro Médico Caseros. Por otro lado, 58% de los pacientes del grupo de control se contagiaron en un momento en que las infecciones en Argentina estaban en su pico más alto.

Carvallo dice que a él también le sorprendió este hallazgo. “No hay medicina 100% efectiva”, concedió. La última palabra, alega este médico, la tienen sus estadísticos, quienes “hallaron que era correcto”. Más allá de Lombardo, quien declaró no tener “nada que ver” con el estudio, Carvallo no mencionó a ningún estadístico que le haya ayudado con la investigación.

Su colaborador Roberto Hirsch, jefe de enfermedades infecciosas del Hospital Muñiz y profesor jubilado de la facultad de medicina de la Universidad de Buenos Aires, también defendió los resultados y declaró que el estudio se condujo tal como se indica. “Para nosotros, la ivermectina es un complemento de la vacuna y los nuevos esquemas — en los que se descansa cuatro meses, después de dos meses de dosis semanales, y luego se retoma el tratamiento semana por medio — para impedir el incremento de la transmisión.”, señaló.

Carvallo dijo que intentó presentar el artículo para consideración en publicaciones de prestigio antes de que fuese aceptado en el Journal of Biomedical Research and Clinical Investigation, que se describe a sí misma como una publicación “dedicada a publicar investigaciones innovadoras y de la más alta calidad en los campos de la Investigación Biomédica y Clínica”. Es una publicación nueva que, a la fecha, ha editado menos de 10 artículos desde inicios de 2019.

El sitio web de la publicación anuncia que cobra $1,950 por publicar un artículo. Luego de que BuzzFeed News indagó acerca de dicha tarifa, la cifra que aparece en el sitio web bajó a $1,200. De acuerdo con Carvallo, obtuvo parte del dinero necesario para cubrir ese costo de dos farmacéuticas locales; el resto lo pagaron él y sus colegas de sus propias bolsas. Pickenhayn, la ejecutiva de Cassará, dijo no saber si su laboratorio había brindado apoyo financiero a Carvallo, pero añadió que esto es práctica común en Argentina.

La publicación examinó la investigación sobre ivermectina durante una semana, y la publicó el 17 de noviembre de 2020. Un representante de la empresa, quien nos contactó por correo electrónico el lunes, dijo que “se trató de un proceso de examinación por pares muy veloz debido al COVID-19.” Agregó: “Hemos tomado las medidas necesarias para asegurar que no haya problemas en lo que concierne a nuestra integridad”.

A inicios del verano, las inconsistencias en la investigación llamaron la atención de Gideon Meyerowitz-Katz, epidemiólogo de la Universidad de Wollongong en Australia. Él ya había participado en la refutación de un estudio de alto nivel sobre ivermectina: una prepublicación que no había pasado por una revisión por pares, que sostenía que el medicamento curaba el COVID con una eficacia del 90%. Luego de que él y otros expertos en datos hicieron públicas sus sospechas de que los datos subyacentes del estudio eran fraudulentos, el artículo fue retirado por el servidor de prepublicaciones en julio. (El FLCCCA, que justificó recomendar la ivermectina en parte gracias a ese artículo, declaró que su retiro “no cambia la conclusión de que la ivermectina es altamente efectiva tanto para la prevención como el tratamiento”.)

Al tiempo que Meyerowitz-Katz tuiteaba acerca de la confusión que le producía el artículo argentino, se encontró con Sheldrick, quien se formulaba preguntas similares.

“Es uno de los peores estudios que jamás me he encontrado”, declaró Meyerowitz-Katz a BuzzFeed News. Recuerda haberse preguntado: ¿Realmente ocurrió todo esto?

En el caso de al menos uno de los hospitales, la respuesta es no.

Tan pronto comenzó a circular la investigación, la alarma creció entre los trabajadores del Hospital Cuenca Alta, ubicado a una hora de Buenos Aires capital. En diciembre, el consejo directivo del hospital dijo al Ministerio de Salud desconocer la razón por la que se le enlistó entre los participantes.

“Si bien en el artículo citado se consignan datos referidos a pacientes de [este hospital] como participantes del ensayo clínico respectivo, los mismos son falsos ya que este Hospital no participó de la investigación realizada”, se lee en una carta compartida con BuzzFeed News. El comité de ética del hospital no recibió ninguna solicitud en la que se pedía realizar el estudio.

Según explica Carvallo, al hospital no se le solicitó participar como institución. “No se hizo a través de los comités de ética”, alega. Lo que esencialmente sucedió, de acuerdo con él, es que los trabajadores de los hospitales locales se enteraron de voz en voz del programa piloto y sus prometedores resultados, y decidieron a título personal participar en el estudio, que se llevó a cabo antes de que hubiera vacunas disponibles.

Pero si los hospitales no apoyaron la realización del estudio, ¿cómo se aseguró Carvallo de que cientos de voluntarios se autoadministraron correctamente las múltiples dosis de ivermectina y carragenina, varias veces al día o a la semana, durante meses? Su respuesta: fue un sistema basado en la honradez.

“Había que confiar en ellos”, dijo.

El hospital Dr. A. Eurnekian, donde Carvallo ha practicado medicina, sí autorizó la prueba, de acuerdo con una carta del comité de ética que él proporcionó.

Pero las llamadas telefónicas y correos al director de medicina de uno de los otros hospitales nombrados en la investigación, el Hospital Municipal Ángel Marzetti, no fueron atendidos. No se hallaron datos de contacto actuales del cuarto hospital, el Centro Médico Caseros, que no parece contar con sitio web ni teléfono de contacto en funciones.

Javier Farina, médico especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Cuenca Alta y miembro del comité de ética, reconoce la posibilidad de que miembros del personal hayan participado a título personal y señaló que es común en Argentina que los empleados trabajen en distintos hospitales. Pero, hasta donde tiene entendido, según nos relató por mensaje de texto, “Ninguno de mis colegas participó [en] este estudio clínico”. Y dijo no haber escuchado que Carvallo estuviera colocando anuncios para reclutar voluntarios.

“Carvallo nunca contactó a las autoridades para [incluir] a nuestro centro en su estudio clínico”, escribió.

Farina y su personal también se quejaron con el Journal of Biomedical Research and Clinical Investigation. Las menciones del Hospital Cuenca Alta en la versión digital del artículo fueron cambiadas recientemente por “Otro Centro Médico periférico”, sin colocar una nota estipulando dichos cambios.

Carvallo dice que el nombre de la institución se retiró puesto que posteriormente llevó a cabo un estudio sobre otro tratamiento. “Dijeron que en calidad de hospital no podían participar en otro estudio clínico”, relató. Farina niega haber dicho esto, y alega que la explicación de Carvallo es “una mentira absoluta”.

Los médicos del Hospital Cuenca Alta no fueron los únicos a quienes les preocupó lo bastante la situación como para quejarse formalmente. Una vez que los resultados preliminares comenzaron a circular en línea, miembros del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires relataron a funcionarios dedicados a temas de ética e investigación que dicho estudio –al igual que otro estudio independiente de Carvallo sobre la ivermectina como tratamiento para el COVID-19— no había sido aprobado por un comité de ética acreditado ni por funcionarios de salud a nivel local en la provincia, de acuerdo con correspondencia a la que tuvo acceso BuzzFeed News. El artículo publicado dice que “se obtuvo aprobación por parte del comité de ética antes de comenzar este estudio, y todos los participantes proporcionaron un consentimiento informado antes de inscribirse en el mismo”.

Cuando otros científicos —incluyendo algunos de los colaboradores del propio Carvallo— intentaron conseguir respuestas, dicen que no les dieron información.

Hace poco más de un mes, Sheldrick, uno de los expertos en datos, le formuló sus preguntas por correo electrónico a Carvallo. También solicitó los datos anónimos del estudio. Carvallo no proporcionó ayuda. “Hallarás todos los detalles en el artículo revisado por pares, el cual anexo”, escribió el 27 de julio en un intercambio al que tuvo acceso BuzzFeed News.

Sheldrick presionó, e incluyó a dos de sus coautores en la cadena de correos electrónicos, pero Carvallo se mostró intransigente. No concedió que hubiese problemas. “A pesar de las discrepancias en el tratamiento de los datos (si los hubiera), los estadísticos que trabajaron conmigo y yo somos los responsables”, respondió el 1 de agosto.

Prometió liberar los datos “una vez terminada la pandemia”.

Pero ese lapso de tiempo le pareció demasiado largo a su coautor Alskis Psaltis, cirujano de cabeza y cuello del Hospital Queen Elizabeth, en las cercanías de Adelaide, Australia.

“No cuento con los datos, pero no tengo objeción en que los datos en bruto les sean compartidos, siempre y cuando estén anonimizados”, respondió a Sheldrick y al grupo.

“Me gustaría que los datos en bruto se hicieran públicos para así tener confianza en los hallazgos del estudio. Por favor haz caso Héctor”, escribió en una misiva dirigida a Carvallo.

Carvallo dijo a BuzzFeed News que le entregó los datos a Psaltis. Sin embargo, según correos proporcionados por Psaltis, Carvallo solo le envió resúmenes de los resultados y una narrativa escrita de cómo se llevó a cabo el estudio.

“No me has hecho llegar los DATOS EN BRUTO, tal y como te los pedí”, le respondió Psaltis a Carvallo el 22 de agosto.

Agregó: “Si no puedo ver los datos, no me puedo dar por satisfecho de su veracidad, particularmente debido a las preocupaciones manifestadas por terceros. Por esta razón, solicito que mi nombre sea retirado del manuscrito, y contactaré a los editores de la publicación para que así sea”. El nombre de Psaltis fue retirado al poco tiempo.

Tanto Carvallo como Hirsch alegan que Psaltis fue nombrado coautor únicamente a manera de “cortesía”. Dado que nunca examinó a los sujetos del estudio, no era necesario que revisara los datos subyacentes, alegaron.

Cuando BuzzFeed News solicitó examinar los datos en bruto, Carvallo envió una tabla que no correspondía con el estudio en cuestión, sino que formaba parte de otro estudio sobre ivermectina, según él.

Psaltis dijo a BuzzFeed News que no conoce a Carvallo personalmente, y que se lo presentó un colega en común. Fue invitado a participar, dice, por su experiencia previa usando carragenina para tratar sinusitis bacterianas. Su tarea consistió en revisar la sección del estudio relativa a la carragenina, y su entendido era que el artículo sería presentado a consideración del Medical Journal of Australia.

De acuerdo con Psaltis, cuando él se unió al estudio, la recolección de datos y el primer borrador ya habían concluido. Corrigió gramática, hizo cambios estructurales y solicitó información adicional que a él le hubiera gustado ver; estas recomendaciones, según cuenta, fueron mayormente ignoradas. Carvallo le dijo que “aceptaba las limitaciones del artículo”, pero que estaba ansioso por presentarlo pues creía que el protocolo podía salvar vidas, relató Psaltis por correo electrónico.

La siguiente noticia del asunto, de acuerdo con Psaltis, la recibió cuando Carvallo le informó que el artículo se había publicado en el Journal of Biomedical Research and Clinical Investigation, publicación de la que nunca había escuchado.

En retrospectiva, Psaltis considera que la situación de emergencia sanitaria, que demandaba toda su atención, quizá lo llevó a actuar con ingenuidad. “Confié en la información que me proporcionaron mis colegas médicos con la esperanza de que los trabajadores de la salud tuvieran cierto grado de protección ante este virus en buena medida desconocido”, apuntó Psaltis.

No es la primera ocasión en lo que va de la pandemia que investigadores han impedido la diseminación de datos que resultaron ser cuestionables. En mayo 2020, científicos y periodistas señalaron las inconsistencias de un notable artículo de investigación que reportaba que la hidroxicloroquina podía ser mortal para pacientes con COVID. Cuando se les pidió hacer públicos los datos, que habían sido proporcionados por una empresa llamada Surgisphere, la mayor parte de los autores reconocieron nunca haber visto los datos, y señalaron que su colaborador, Sapan Desai, fundador de Surgisphere, se había negado a compartirlos. Esto llevó a que el artículo fuera retirado.

Hoy día, los cuestionamientos en torno al estudio argentino sobre ivermectina nos llevan a dudar de la eficacia de este medicamento en la prevención del COVID-19.

“Da mala imagen a quienes han promovido la ivermectina acríticamente”, dijo Meyerowitz-Katz.

Pero en palabras de Carvallo, es cuestión de tiempo para que el mundo descubra en la ivermectina lo que él ya descubrió.

“Toda verdad pasa por tres etapas”, dijo. “Primero es ridiculizada, luego es rechazada con violencia, y finalmente es aceptada como evidente por sí misma. Nos encontramos en la segunda fase”. ●

Traducido del inglés al español por Diego Olavarría.

Correction: America's Frontline Doctors promocionaron la hidroxicloroquina en una conferencia de prensa desde las escalinatas de la Corte Suprema. La ubicación se identificó erróneamente en una versión anterior de esta historia.


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